La historia está llena de ejemplos donde la acumulación de poder económico y la explotación de recursos, han llevado a desigualdades y conflictos. La especulación y el dominio de los grandes capitales han sido motores de cambios globales, donde las injusticias y el sometimiento de los más débiles, fue y aún es moneda de cambio.
La dinámica de los fondos especulativos y la intervención de organismos como el FMI con préstamos internacionales impagables se muestran como soluciones, pero en muchos casos, termina perpetuando ciclos de dependencia y explotación. Este tipo de intervencionismo despoja a los pueblos de su autonomía económica y de sus recursos naturales. Durante la crisis de deuda de 2008, Grecia recibió múltiples rescates financieros de la llamada «troika» (FMI, Banco Central Europeo y Comisión Europea).
A cambio, tuvo que implementar severas medidas de austeridad, privatizaciones y reformas estructurales que afectaron su soberanía económica y social.
Portugal, Irlanda y España: Estos países, conocidos como parte de los «PIGS» durante la crisis del euro, también enfrentaron intervenciones financieras que llevaron a ajustes severos. Aunque algunos lograron recuperarse, las condiciones impuestas afectaron su autonomía económica.
En varias ocasiones, Nuestro país recurrió al FMI para obtener oxígeno. Particularmente en 2001 y más recientemente en 2018, y ahora en el 2025.
Los acuerdos leoninos con el Fondo implicarán ajustes económicos que profundizaron y profundizarán las crisis y limitaran la capacidad del país para tomar decisiones soberanas.
La china socialista: el modelo económico de China, con su fuerte intervención estatal y planificación centralizada, ha generado un crecimiento impresionante en las últimas décadas. La protección de intereses nacionales, combinada con una visión estratégica a largo plazo, permitió a China posicionarse como una potencia económica global. Desde la gestión de industrias clave hasta la innovación tecnológica, el Estado jugó un papel central en garantizar que los recursos se alineen con sus objetivos de desarrollo.
Este modelo ha desafiado las narrativas de laissez-faire predominantes, especialmente en la economía de mercado de Estados Unidos, marcando una diferencia en las estrategias para alcanzar el progreso económico.
Durante períodos de intervención estatal, como en la época del primer peronismo, se priorizo la industrialización, la educación pública y la soberanía económica, lo que impulsó un crecimiento significativo en lo social y cultural.
Por otro lado, las políticas neoliberales de las décadas de 1990 y principios de los 2000, marcadas por privatizaciones y apertura económica, dejaron profundas cicatrices en la economía y la sociedad.
La tensión entre modelos de intervención estatal y enfoques de mercado ha sido una constante en la historia del país.
En cambio, cuando las decisiones económicas se centralizan en unos pocos, el impacto en las mayorías suele ser desigual, perpetuando ciclos de exclusión y vulnerabilidad.
Este desequilibrio erosiona la confianza en las instituciones y limitar el desarrollo social y económico.
