La visita de Milei a la Casa Blanca, enmarcada por la Cancillería como “honor” y “oportunidad estratégica”, es un gesto de alineamiento que excede lo diplomático y roza lo ideológico y en el dia de hoy, me urge preguntar ¿quién decide qué tipo de relación queremos con Estados Unidos? ¿Dónde está la consulta popular, el debate público, la mirada crítica?
Por Jesús Marcelo Delise [email protected]
El próximo 14 de octubre, el presidente Javier Milei será recibido por Donald J. Trump en la Casa Blanca.
La Cancillería celebra el encuentro como muestra de una “excelente relación bilateral” y lo presenta como una oportunidad para “fortalecer valores compartidos”, pero, ¿Qué valores se están compartiendo realmente? ¿Y qué se está entregando en nombre de esa relación?
Si lo que se busca es una “asociación estratégica”, ¿No vale preguntarse estrategia para quién? ¿Para los pueblos o para los mercados? ¿Para la democracia o para la subordinación? ¿Para la libertad o para el disciplinamiento económico?
Nos dicen que es una “asociación estratégica”. ¿Pero qué estrategia puede tener un país que se arrodilla antes de negociar? ¿Qué libertad se defiende cuando se firma con la mano temblorosa lo que otros dictan desde lejos?
Milei no va a Washington a representar a los argentinos, va a terminar lo que empezó, convertirnos en el patio trasero de una potencia que no nos ve como socios, sino como peones.
Necesitan hacerlo antes de que sea demasiado tarde, porque sabe que el tiempo juega en su contra, lo que nunca se preguntaron es si los argentinos queremos esa relación canal, esa vía rápida hacia la dependencia.
Nos quieren convencer de que Trump nos pondrá en un lugar de igualdad, pero están perdidos en mediocres reflexiones, la historia de América Latina está llena de promesas rotas, de abrazos que terminan en saqueos, de tratados que nos atan mientras otros avanzan.
La verdadera pregunta es esta: ¿qué lugar queremos ocupar en el mundo? ¿El de los que obedecen o el de los que construyen soberanía? ¿El de los que repiten consignas ajenas o el de los que escriben su propio destino?
Casos históricos de vinculación asimétrica en América:
La historia latinoamericana está marcada por relaciones desiguales con potencias extranjeras que, bajo el discurso de cooperación, consolidaron esquemas de dependencia.
El Tratado de Bucareli (1923, México–EE.UU.):
limitó el desarrollo industrial mexicano a cambio de reconocimiento diplomático.
La Alianza para el Progreso (1961):
Impulsada por EE.UU. como respuesta al avance del socialismo, canalizó ayuda condicionada
a reformas estructurales que favorecían intereses norteamericanos.
Plan Colombia (1999): presentado como lucha contra el narcotráfico, implicó fuerte presencia
militar estadounidense y subordinación de la política de seguridad.
Argentina y el FMI (2001): el blindaje financiero terminó en crisis, con recetas impuestas que
profundizaron el colapso.
En lo que a mi concierne: La “asociación estratégica” suele tener letra chica: condicionamientos, pérdida de autonomía y beneficios concentrados en las élites.
Creo más en La geopolítica actual, que ofrece alternativas que pueden equilibrar la balanza:
- Unión Europea: acuerdos como el Mercosur ofrecen acceso a mercados con estándares sociales y ambientales más exigentes.
- China: principal socio comercial de varios países latinoamericanos, con inversiones en infraestructura, energía y tecnología y claro Menor riesgos de dependencia financiera.
- Mercosur: espacio regional que, pese a sus tensiones, permite negociar en bloque y defender intereses comunes frente a potencias globales.
La clave está en no apostar todo a una sola relación, La diversificación no es ideológica: es estratégica.
Toda visita presidencial con implicancias geopolíticas debería estar sujeta a control democrático:
- Informe público previo y posterior: ¿qué se negocia? ¿Qué se firma? ¿Qué compromisos se asumen?
- Auditoría parlamentaria: que el Congreso revise los acuerdos y evalúe su impacto.
- Consulta ciudadana: en temas sensibles como defensa, deuda externa o tratados de libre comercio, debería habilitarse el debate público.
- Indicadores de impacto: medir cómo estas visitas afectan la economía real, la soberanía, el empleo, el ambiente.
Sin transparencia, toda “alianza” corre el riesgo de convertirse en entrega.
Creo que necesitamos urgente un proyecto que declare nulo de nulidad absoluta, cualquier acuerdo financiero entre el Gobierno argentino y el Tesoro de los Estados Unidos que no haya sido aprobado por el Congreso, ¿Por qué? Porque, según el texto, lo que se está negociando no es un empréstito para el país, sino un salvataje personal, político y económico para Javier Milei.
La iniciativa inevitablemente debe sostener que:
- El Congreso tiene la potestad exclusiva para aprobar endeudamiento público, según el artículo 75 de la Constitución.
- Toda documentación del acuerdo debe ser remitida al Parlamento, incluyendo cláusulas, condiciones y compromisos asumidos.
- Sin ese trámite, el acuerdo no obligará al Estado argentino y será considerado inválido.
si el Ejecutivo puede tomar deuda sin pasar por el Congreso, se rompe el equilibrio republicano.
¿quién decide qué compromisos asume el país? ¿Un presidente en gira o un Parlamento electo por el pueblo?
Si el préstamo se negocia en clave personal, sin transparencia ni control, ¿es realmente un acuerdo entre naciones o una transacción entre líderes?
Porque el contexto es revelador:
- La visita a Trump se presenta como un gesto de afinidad ideológica más que diplomática.
- No hay detalles públicos sobre las condiciones del préstamo ni sobre qué sectores estratégicos podrían quedar comprometidos.
- El gobierno de Milei ha evitado rendir cuentas ante el Congreso en otras instancias clave, como el presupuesto nacional o el acuerdo con el FMI.
En ese marco, el proyecto de Máximo Kirchner busca blindar al Estado argentino frente a decisiones unilaterales que podrían hipotecar el futuro del país y estoy en claro acuerdo con él.
El 14 de octubre, Javier Milei se reunirá con Donald Trump en la Casa Blanca. ¿Volverá con otro reconocimiento para colgar en su cuenta de Twitter? ¿Otro guiño personal mientras el país se hunde en la miseria? Porque si estamos tan bien, como repite el Gobierno, ¿por qué necesitamos un salvataje de 20 mil millones de dólares del Tesoro estadounidense?
¿Qué pasó con los préstamos del FMI? ¿No eran suficientes? ¿No era ese el “último acuerdo” que nos iba a liberar del pasado? Mientras tanto:
- Se paralizaron las obras públicas.
- Se destruyeron secretarías que prestaban servicios indispensables.
- Se dejaron miles de trabajadores sin laburo.
- Se licuaron los sueldos de los jubilados.
- Se destruyó el presupuesto educativo y el de salud.
- Se abandonó a miles de personas con discapacidad.
- Se dejaron de comprar medicamentos esenciales.
- Se pudrieron toneladas de alimentos destinados a comedores.
¿Dónde está toda esa guita que se “ahorró”? ¿Por qué, si tenemos un “déficit fiscal cero” y “reservas que sobran”, ahora necesitamos que el Tesoro de EE.UU. nos tire un salvavidas?
La respuesta es política. No se trata de economía, se trata de modelo. Milei no busca salvar a la Argentina: busca salvar su relato. Y para eso necesita dólares, aplausos y fotos con Trump. Pero lo que se negocia no es un préstamo: es una entrega. Y lo que se pone en juego no es una cifra: es la soberanía.
Más historias
Tierra, Fe y Despojo: Crónica Profunda del Conflicto y la Sumisión
“Milei S.A.: subsidiaria del Tesoro estadounidense”
«Soberanía en Remate: Retenciones Cero y Préstamos Condicionados»