En un país donde la economía tambalea y el poder se disfraza de espectáculo, el escándalo que envuelve a la Agencia Nacional de Discapacidad no es solo una trama de coimas, es sin lugar a duda, una traición, una herida abierta en el cuerpo del Estado, donde se abusó de quienes menos pueden defenderse, personas con discapacidad.
Por Jesús Marcelo Delise [email protected]
Los audios que comprometen al ex titular de ANDIS, Diego Spagnuolo, no solo revelan un presunto esquema de corrupción, Revelan una lógica, una forma de gobernar que desarma controles, desregula instituciones, y convierte la necesidad en oportunidad de saqueo. Lo que se prometía como libertad, se convirtió en impunidad.
Mientras los grandes empresarios se reunían en silencio y los jefes de bloque discutían juicios políticos, el país real, el que espera una prótesis, un medicamento, una silla de ruedas, simplemente quedó en pausa, porque cuando se roba en nombre del Estado, no se roba solo dinero, también se roba dignidad.
Este modelo está más que claro nació ayer, fue incubado en la desregulación sistemática que impulsó Federico Sturzenegger, en la lógica de achicar el Estado no para hacerlo eficiente, sino para hacerlo vulnerable, para que el zorro tenga vía libre en el gallinero, y ahora, cuando los dueños de la droguería Suizo Argentina se fugan, cuando los contratos millonarios salpican a ministerios como Seguridad y Defensa, cuando los vínculos con narcotraficantes condenados se cruzan con los nombres de los libertarios, la pregunta no es solo quién sabía, la pregunta es hoy en día ¿cuánto más se va a tolerar?
Hay cosas que no se perdonan: dejemonos de joder, no se puede abusar de personas con discapacidad, no se puede usar el Estado como caja, no se puede gobernar desde el desprecio, y mientras reflexiono siempre regreso al principal punto de partida, no se puede abusar de personas con discapacidad.
Hoy, el establishment le suelta la mano a Milei, pero cuidado, no quieren que caiga el modelo, quieren que caiga el hombre, pero quede el país que dejó, un país sin controles, sin derechos, sin memoria.
El escándalo que estalló este domingo en torno a (ANDIS) no es solo un caso de corrupción, es una herida abierta que difícilmente puedan cerrarla ya que los daños hasta parecen irreparables y sus implicancias éticas, políticas y estructurales que sacuden el tablero nacional, tiene contaminación nociva que fulminara todo lo que encuentre a su paso.
Pero es que en este país nunca pasa nada, los políticos escupen hacia arriba y seguramente cientos de paraguas se abrirán para protegerlos, bueno, en el caso de Cristina Fernández de kirchner, no solo se olvidaron el paragua, incluso muchos se lamentaron que la bala no saliera.
Los audios atribuidos a Diego Spagnuolo, ex titular de ANDIS, revelan un presunto esquema de coimas en la compra de medicamentos, con porcentajes fijos exigidos a laboratorios para asegurar contratos estatales.
En las grabaciones, Spagnuolo menciona directamente a Karina Milei y Eduardo “Lule” Menem como beneficiarios de retornos ilegales, y afirma haber advertido al propio presidente Javier Milei sobre el accionar de su hermana.
La droguería Suizo Argentina, eje del entramado, habría canalizado pagos ilegales,, sus dueños, fueron interceptados con grandes sumas de dinero y tienen prohibida la salida del país.
El Gobierno desplazó rápidamente a Spagnuolo y nombró un interventor en ANDIS, mientras se ordenó una auditoría integral de los contratos del organismo.
El fiscal Franco Picardi y el juez Sebastián Casanello lideran la investigación, que ya incluye más de 14 allanamientos y el secuestro de documentación clave.
El escándalo, provocó reuniones de emergencia entre empresarios y líderes partidarios, y se habla de la posibilidad de un juicio político, aunque no está claro si llegará a la cabeza principal o solo se conformará con el segundo puesto.
El caso estalla en un momento de fragilidad institucional, derrotas legislativas, crisis económica y pérdida de apoyo mediático al oficialismo.
Periodistas del palo opositor apuntaron todos sus cañones contra el gobierno y le sacaron lustre a sus reflexiones. Los del propio palo, esos que dan palmaditas en la espalda y besitos en la frente, también se abrieron de gamba y salieron al ruedo con los tapones en punta, dejando en claro que el “establishment le soltó la mano” a Milei,
Federico Sturzenegger, arquitecto de la desregulación estatal, es acusado de haber desmantelado organismos de control para facilitar el saqueo institucional, este escándalo no solo pone en tela de juicio a funcionarios específicos, sino que desnuda una lógica de despojo que se ampara en la desregulación y la precarización del Estado.
El hecho de que el foco sea un organismo dedicado a la discapacidad, lo vuelve todo aún más grave, ya que se trata de una vulneración directa a quienes más necesitan del cuidado público.
Este gobierno que llegó prometiendo ser distinto, en menos de dos años dejó en claro que las tentaciones no se regulan con discursos, la mano en la lata no se escondió: se exhibió sin pudor, mientras se hablaba de honorabilidad y se vendía libertad como si fuera un token más.
Lo que se desploma ahora es la narrativa, no cabe dudas, esa idea de un liderazgo incorruptible, de una revolución ética donde las fuerzas del cielo son parte de un plan, un plan que se desmorona, se deshace entre denuncias judiciales, tarifarios de posteos presidenciales, y pérdidas millonarias que afectaron a miles de argentinos.
La justicia de Estados Unidos ya levantó embargos, pero en Argentina la investigación apenas comienza, y la oposición avanza con una comisión parlamentaria que podría marcar un antes y un después, y en ese contexto, el golpe no parece tener retorno, porque hay algo que ni el mercado, ni la política perdonan, hablamos claro está, de la mentira que se vuelve estafa, el engaño que se disfraza de innovación, el abuso de confianza que se esconde detrás de una promesa de libertad.
La única salida digna, quizás, sea reconocer el daño, retirarse con la mínima decencia que aún se pueda rescatar, porque cuando se juega con el hambre, con la salud, con la esperanza de los que invierten lo poco que tienen, no hay relato que aguante.
Este no es solo un caso judicial, es un parteaguas ético, y si el relámpago partió la mesa, que sea para que la sociedad construya otra, una donde la transparencia no sea un eslogan, sino una práctica, una donde el Estado no se achique para ser saqueado, sino que se fortalezca para cuidar.
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