Pilar Aprende y Trabaja,
Pilar aprende y trabaja representa una apuesta concreta por el futuro de los jóvenes en un contexto nacional donde la incertidumbre laboral y la falta de oportunidades golpean con fuerza. Lo interesante, es que no se limita a la capacitación tradicional, sino que incorpora tecnologías emergentes como inteligencia artificial, robótica, modelado 3D y finanzas digitales, es decir, no solo se piensa en el presente, sino en formar perfiles preparados para un mundo en transformación.
Además, el hecho de que las clases se dicten en escuelas y centros municipales con equipamiento moderno y que se promueva el contacto directo con empresas, sugiere una articulación virtuosa entre el Estado, la educación y el sector privado.
En tiempos donde muchos discursos se centran en el ajuste, este tipo de iniciativas locales muestran que la inversión en conocimiento sigue siendo una herramienta de equidad.
En un país asediado por ajustes, cierres de programas y debilitamiento del rol estatal, que un municipio como Pilar apueste a la formación tecnológica y la vinculación con empresas no solo es una política pública, es una declaración de principios.
Frente a un modelo que promueve la meritocracia descontextualizada y la individualización del éxito, esta iniciativa municipal reconoce que la igualdad de oportunidades necesita estructura, inversión y voluntad política.
Tecnología sí, pero con conciencia
Los ciclos de formación en inteligencia artificial, robótica y finanzas digitales, no solo preparan para el futuro, desafían la lógica de exclusión que muchas veces acompaña al discurso tecnológico, donde solo unos pocos acceden y el resto queda a la deriva. Que esos conocimientos se den en escuelas públicas y centros municipales es una forma de democratizar el saber estratégico del siglo XXI.
Pero también vale señalar un horizonte ético: ¿tecnología para qué y para quién? Si no está al servicio del desarrollo nacional, el arraigo productivo y la inclusión, corremos el riesgo de formar trabajadores para una economía que no los necesita o los explota.
La articulación con empresas puede ser virtuosa si se hace con reglas claras y con el Estado como garante de que la formación no se convierta en precarización disfrazada de “práctica”. En este sentido, sería importante incluir:
Convenios que aseguren pasantías pagas o con cobertura mínima de transporte y alimentación.
Participación de sindicatos y comunidades educativas en el diseño curricular.
Mecanismos de seguimiento para evitar abusos o usos espurios del programa.
Una mirada para replicar
Este modelo podría escalar a nivel regional o nacional si se lo articula con universidades, cooperativas tecnológicas, fábricas recuperadas y polos de innovación. Sería además una forma de demostrar que hay otra política posible, una que no se resigna a la resignación ni convierte al Estado en gestor de miseria, sino en generador de futuro.
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