Realidades y Ficciones. Un puente en las redes sociales.

La adicción a las redes sociales, nos ha convertido en una especie de demonio que quiere Convertirse en héroe con la respuesta justa o en villano con el aguijón más que venenoso en el silencio.

 

Por Jesús Marcelo Delise

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El scroll infinito, las notificaciones constantes y la búsqueda de validación a través de «me gusta» pueden transformar nuestra atención en un recurso limitado, llevando a un ciclo donde lo efímero reemplaza lo significativo.

Las redes sociales, han despertado en mí, una necesidad casi filosófica de buscar respuestas. ¿Qué es la verdad en un mundo donde todos pueden ser oyentes y oradores al mismo tiempo? ¿Cómo discernir lo auténtico de lo fabricado? La paradoja se convierte en el combustible que alimenta debates profundos, información falsificada, acusaciones vánales y tanta estupidez como sea posible, ya que la paradoja del idiota, también es combustible para los inquisidores de un mundo cibernético.

Yo siempre me encontré agazapado, esperando como cazador a la hora de lanzar el texto complejo contra 120 caracteres que muchas veces no dicen nada. Hoy, ya transformado en unas mutaciones X que sepultó al concepto del pio, para darle paso a una generación que ya no habla 120 caracteres, sino oraciones interminables a solo 20 dólares mensuales, gentileza de un tal Elon Musk, Un rico que sueña con pisar el espacio de la mano de fórmulas x, mientras juega al todo poderoso. Como decía, me siento capaz de ser tan yo, que no me asusta las penosas reflexiones de aquellos que quieren, pero no puede o de los que pueden, pero no quieren.

No todo lo que brilla es oro.

Las redes sociales tienen un caldo de cultivo que conserva desinformación y a la larga, pueden dañar la sensibilidad del espectador o atrapar distraídos, o mucho peor, reparar a estúpidos que por fin, sienten una oportunidad para ser aún más estúpidos que de costumbre.

Los rumores corren más rápido que la verdad. Entonces, las redes se transformaron en laberinto sucio de información que a veces, hay que desmentir y otras deja pasar. La línea entre la realidad y la ficción, cada día está más borrosa, y las fake news, pueden arruinar reputaciones de un instante a otro.

Un diputado insinuó en la cámara baja que Cristina Fernández de Kirchner tenía todo su dinero a bordo del ARSAT 2 y navegaba en el espacio alrededor de la tierra. Aclaro, no es una información sacada de un relato de historieta, fue tan real como delirante y demuestra que la paradoja de las redes sociales, es capaz de todo, incluso de aceptar aquella locura de Menen cuando hablaba del salto prácticamente en el tiempo, a la hora de viajar por la estratosfera.

La toxicidad permea muchas interacciones hoy en día, con esos Trolls que se vistieron de negro y se presentaron como la nueva generación de un periodismo más joven y atrevido que tienen para dar comentarios hirientes, buscando menudo de seres humanos para pasar por la picadora de carne colectivas. Entonces, la ansiedad y la inseguridad terminan siendo compañeras inevitables para muchos usuarios, quienes constantemente se comparan con vidas aparentemente perfectas que se exhiben en pantallas brillantes y a la hora de vender un relato, se atreven a desafiar incluso al más erudito de los pensamientos científicos, porque ya no alcanza a la hora de exponer sobre conocimientos colectivos o reconocimientos filosóficos, el condimento del falso pensamiento, la crucifixión de quienes piensan distinto y los disiplinamiento contra aquellos que tienen algo para decir que no condice con el pensamiento de turno, serán fuertemente golpeado para que nunca más se atrevan a interrumpir un verdad a medias, una mentira completa o un falso héroe que busca presentarse como un mesías que vino a la tierra para salvarnos

Lo Fatal:

El Aislamiento y la Adicción en el lado más oscuro de ese puente que une el mundo real con el mundo paralelo llamado redes sociales, encontramos el aislamiento y la adicción. A pesar de estar más conectados que nunca, muchas personas experimentan una soledad abrumadora mientras se sacan selfi en poses eróticas y desafiantes.

La relación con el mundo físico se ve afectada, ya que la interacción virtual puede desplazar momentos de conexión genuina, y en medio de este torbellino, nada es lo que parece, las redes sociales han despertado en nosotros una necesidad casi filosófica y nos ínsita a buscar respuestas.

¿Qué es la verdad en un mundo donde todos pueden ser oyentes y oradores al mismo tiempo? ¿Cómo discernir lo auténtico de lo fabricado? La paradoja se convierte en el combustible que alimenta debates que no abre ninguna puerta y parece dejarnos flotando en el paraíso de los delirios.

En un ecosistema donde la identidad está camuflada y cualquiera se calza el puesto de valiente, las respuestas pueden ser tan falsas como verdaderas y claro, la filosofía se encuentra en cada post, cada tweet, cada historia compartida. En última instancia, somos arquitectos de nuestro propio puente; amantes de la conexión, pero también guardianes de verdades que a veces aparentan ser más horrible que los peores zombi de Black Death.

Tengo que reconocer que desde hace muchos años vivo en un puente que tiene doble sentido y aprendí a convivir con luces y sombras, esperanzas y temores, conexiones y des

conexiones.

Yo era muy joven cuando tuve mi primera cómodo 94, era muy joven cuando manejaba mi primer sistema informático RPG en el trabajo, era muy joven cuando aparecía el BASIC, un sistema operativo que solía venir preinstalado en los microordenadores y el COBOL, un lenguaje de programación que aprendíamos sobre la marcha.

Hoy hablamos en un lenguaje que puede ser muy complejo o demasiado simple, la inteligencia Artificial parece

tener el po

der y todo lo necesario para que perdemos la realidad, frente a la magia de la IA. Claro, a medida que avanzamos, deberíamos recordar que la verdadera esencia de nuestras interacciones, reside en el cruce de ese puente: en la búsqueda constante de significado y autenticidad en un mundo que nos invita a gritos a reflexionar sobre nuestras elecciones y su impacto en nuestro entorno.

 

Si somos capaces de no saltar al vacío y detenernos para entender que no podemos ser ajenos, pero tampoco podemos dejar de ser humanos, quisas sigamos creciendo sin perder

los estribos y por ejemplo, la Inteligencia artificial que a mi, personalmente me asusta mucho, pero a la vez, me invita a practicar para no quedarme fuera del sistema, no me transforme en una paradoja, sino más bien en un ser humano que puede aprendes a decir lo que siente y a mostrarse como es, sin perder su alma.