Tenemos que comenzar esta editorial planteándonos una trama de subordinación geopolítica que se vuelve cada vez más difícil de disimular. Lo que está ocurriendo con las retenciones, el swap de 20.000 millones de dólares y la presión explícita del Tesoro estadounidense, confirma que la política económica argentina está siendo intervenida desde afuera, con consecuencias que exceden lo fiscal y lo comercial.
Por Jesús Marcelo Delise [email protected]
La escena es cinematográfica, pero el guion lo escribe la geopolítica, Javier Milei, se presenta en la Asamblea General de Naciones Unidas con su habitual tono de cruzado libertario, denunciando el “colectivismo” como si fuera un virus global.
Mientras se envuelve en la bandera del individuo, el presidente argentino se desenvuelve como un personaje secundario en una trama que no dirige, la de la subordinación total a los intereses de Estados Unidos.
La exposición en la ONU no fue un acto de soberanía, sino una performance para agradar a los dueños del tablero, el mismo día, Milei se reúne con Kristalina Georgieva, directora del FMI, y con funcionarios del Tesoro estadounidense.
No hay misterio: Argentina pide auxilio, Más de 87 mil millones de dólares en préstamos que nadie sabe dónde están, y ahora un nuevo rescate de 20 mil millones en forma de swap, condicionado a medidas que afectan directamente la política interna.
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, lo dijo sin rodeos: “Estamos trabajando con el gobierno argentino para poner fin a las exenciones fiscales para los productores de materias primas que conviertan divisas”, traducido, se termina la quita de retenciones porque los productores estadounidenses están molestos con la ventaja competitiva argentina, la demanda china de soja se volcó a nuestro país, y eso no se perdona, y como para que quede clarito cada una de estas cuestiones, la economía argentina queda intervenida por la diplomacia comercial de Washington.
La medida de Milei de suspender las retenciones agroexportadoras hasta el 31 de octubre generó una avalancha de ventas y una reacción inmediata de China, que reservó más de 20 cargamentos de soja argentina, pero lo que parecía un gesto hacia el campo argentino, se convirtió en un conflicto geopolítico, Estados Unidos como ya dijimos, a través del secretario del Tesoro Scott Bessent, exigió públicamente que se ponga fin a las exenciones fiscales para los productores que convierten divisas. La frase no fue casual ni diplomática, fue una orden, y llegó antes que la firma del swap por 20.000 millones de dólares, lo que refuerza la idea de que el paquete financiero está atado a condiciones políticas y comerciales que afectan la soberanía argentina.
Se termina la quita de retenciones porque a los productores de estados unidos, enojados, no les gusta esa ventaja, entonces la primera potencia del mundo, decide acciones para modificar la funcionabilidad de la economía argentina.
Un episodio para la vergüenza:
El episodio más revelador no ocurrió en un despacho ni en una cumbre. Ocurrió en Twitter.
Donald Trump, presidente de Estados Unidos, publicó un mensaje dirigido a Milei con palmaditas en la espalda y besitos en la frente. Literal. “Great job, Javier! Keep fighting the good fight. Besos en la frente.” El tono paternalista, casi caricaturesco, expone la relación de poder con crudez, no hay alianza entre iguales, hay subordinación, hay espectáculo, hay entrega.
Aclaro: ese mensaje de Trump, “Great job, ¡Javier! Keep fighting the good fight. Besos en la frente”, no aparece en los registros públicos de sus redes sociales ni en los comunicados oficiales, lo que sí se ha documentado, es un respaldo entusiasta y explícito, con frases como “Javier Milei es un muy buen amigo, luchador y ganador, y tiene mi completo y total apoyo para ser reelecto como presidente”, incluso, le entregó el mensaje impreso en una carpeta, como si fuera un diploma de aprobación.
El gesto de imprimir un posteo y regalarlo en mano tiene una carga simbólica fuerte, no es solo apoyo, es escenificación.
El lenguaje de Trump suele ser directo, emocional y performativo, en este caso, se mezcla con una especie de “bendición” política.
Milei, por su parte, respondió con entusiasmo, agradeciendo el “gesto extraordinario” y exhibiendo el mensaje como un trofeo.
Espectáculo político:
La reunión fue breve, pero cuidadosamente coreografiada, las imágenes, los posteos y las frases se convirtieron en insumos para narrativas de poder, afinidad ideológica y legitimación internacional.
Tengo en claro que mi análisis sobre la falta de simetría en la relación más subordinación que alianza, resuena con lo que muchos observadores han señalado: el vínculo entre ambos líderes se construye más sobre afinidades personales y gestos mediáticos que sobre una diplomacia tradicional entre pares.
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Analistas como Alberto Ruskolekier señalaron que más allá de la simpatía personal, lo que está en juego es una pulseada geopolítica: EE.UU, busca recuperar terreno frente al avance chino en sectores clave como tecnología, finanzas y recursos naturales.
Impacto económico inmediato
Según Morgan Stanley, el gesto de Trump provocó una reacción positiva en los mercados: bajó la percepción de riesgo sobre la deuda argentina y mejoraron los precios de los bonos soberanos.
Se especula con un posible préstamo de USD 10.000 a 20.000 millones por parte del Tesoro estadounidense, lo que aliviaría vencimientos de deuda y fortalecería las reservas del Banco Central.
El gesto simbólico
Trump no solo elogió a Milei en redes, también le entregó una carpeta impresa con su mensaje, lo que fue celebrado por el equipo argentino como un “gesto extraordinario”.
Milei respondió con entusiasmo, y su ministro de Economía, Luis Caputo, calificó la reunión como “impresionante” y auguró prosperidad para Argentina5.
Implicancias políticas
El respaldo fue leído como una señal de apoyo a la reelección de Milei en 20274.
Sin embargo, voces críticas como la del expresidente Alberto Fernández acusaron a Trump de “intervenir en las elecciones argentinas” y de repetir el patrón de apoyo que tuvo con Mauricio Macri.
Este episodio no solo revela una afinidad ideológica, sino también una estrategia de posicionamiento internacional
¿Y qué hay detrás del swap?
El swap de 20.000 millones no es un salvataje desinteresado. Según Página12 y otros medios, el acuerdo incluye cláusulas que podrían implicar cesión de soberanía sobre recursos estratégicos como el litio, Vaca Muerta, y bases en Tierra del Fuego. Aunque no hay confirmación oficial sobre esos puntos, el patrón de subordinación recuerda al préstamo del FMI durante el gobierno de Macri, que también vino acompañado de exigencias políticas y económicas.
El rescate del Tesoro no evita una devaluación
La frase de Gita Gopinath, ex número dos del FMI, no fue técnica. Fue política. “Un progreso duradero requerirá que Argentina adopte un régimen cambiario más flexible, acumule reservas y genere apoyo para sus reformas internamente.” En esa oración se condensa el malestar del Fondo con las maniobras de Luis “Toto” Caputo, que sigue interviniendo el mercado cambiario como si tuviera reservas, cuando no las tiene. El precio del dólar se mantiene a fuerza de humo y deudas, mientras los mercados internacionales ya apuestan a una devaluación post-electoral.
La escena es conocida. El FMI celebra el respaldo del Tesoro de Estados Unidos —ese swap de 20 mil millones que llegó con condiciones— pero advierte que no hay magia posible sin ajuste. Lo que Gopinath llama “régimen cambiario más flexible” es, en la práctica, una devaluación. Lo que llama “acumular reservas” es dejar de quemarlas para sostener una ficción. Y lo que llama “generar apoyo interno” es lograr que la sociedad acepte el ajuste sin estallar.
Pero ¿cómo se genera apoyo cuando el modelo se basa en la entrega? ¿Cómo se acumulan reservas si se eliminan retenciones y se favorece la fuga? ¿Cómo se sostiene el precio del dólar cuando el Banco Central está vacío y el Tesoro depende de Washington?
La política económica argentina se ha convertido en un simulacro, Caputo juega al prestidigitador, Milei al libertario obediente, y el FMI al prestamista exigente, mientras tanto, los mercados ya descuentan lo inevitable, una corrección cambiaria que impactará en los precios, en los salarios, en la vida cotidiana.
La paradoja es brutal: el presidente que denostó el Estado, que se burló del gasto público, que prometió dinamitar ministerios, ahora mendiga rescates, firma acuerdos condicionados y se deja besar la frente por el poder imperial.
El libertario se convierte en vasallo, el rebelde se vuelve obediente, y el país, una vez más, queda atrapado en una trama de dependencia que se disfraza de modernización.
Argentina no necesita más besos en la frente, necesita dignidad, memoria, y una política exterior que defienda sus intereses, no que los entregue en bandeja. Porque detrás de cada swap, de cada retención eliminada, de cada gesto de sumisión, hay trabajadores, hay productores, hay territorios que se juegan su futuro.
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