Entre el rugido mesiánico de Milei y el murmullo fragmentado del peronismo, Argentina se halla atravesando un momento de absoluta intemperie institucional.
Por Jesús Marcelo Delise [email protected]
Un país que alguna vez soñó con transformarse en sujeto colectivo hoy parece atrapado entre dos lógicas estériles, un oficialismo en guerra contra fantasmas y una oposición extraviada en sus propias nostalgias.
El presidente ruge. Se cree león. Pero lo rodean las hienas, la prensa crítica, los movimientos sociales, los sindicatos, los universitarios, los jubilados, los niños que no comen.
Su narrativa apocalíptica, vestida con galas libertarias, ya no se sostiene en los números, ni en las políticas públicas, ni en el sentido común. Se sostiene en la mística del caos, la teatralidad de la confrontación y una pulsión antisistema que confunde demolición con cambio.
Del otro lado del alambrado, el peronismo, herido, deshilachado, con olor a naftalina, milita su historia en la verdulería mientras los pibes en chancletas construyen relatos virales en tres segundos.
El peronismo esta huérfano de liderazgo mientras el el caos se multiplica, Cristina, la única voz con volumen real, judicialmente proscripto, Kicillof, apuntala lo que puede desde Provincia, pero no hay una hoja de ruta clara, en definitiva, el carro está, pero cada uno empuja para su lado.
Entre una derecha performática y una oposición sin rumbo, la gran pregunta es: ¿cuál es la alternativa?
El Radicalismo ya no alcanza la orilla, el progresismo parece cansado de sí mismo, los partidos ya no convocan, los dolores de la gente no caben en ningún comité, las grandes potencias observan, explotan las grietas y acomodan sus intereses mientras nosotros miramos el alambrado roto sin saber de qué lado conviene estar.
Lo cierto es que esta batalla cultural no se gana con consignas viejas, se gana con propuestas concretas, con liderazgo colectivo, con presencia en el territorio y con una sensibilidad que entienda el dolor como punto de partida, no como discurso.
Lo cierto es que hoy no podemos dejar de preguntarnos, no es Milei, ¿quién?
Cristo: ausente necesario. El silencio revelador en el discurso Mileísta
El poder de los libertario en la peor de sus crisis .
Durante un tiempo, el gobierno de Javier Milei logró imponerse sobre la agenda con sus performances mediáticas y su retórica apocalíptica.
El relato libertario, con sus promesas de redención económica y purga de la “casta política”, se convirtió en espectáculo, pero como ocurre con todo show, cuando se apagan las luces y se enfrentan los números, la realidad comienza a flotar como un cadáver que ya no puede ocultarse.
$Libra y el peor de los mundo para Milei y sus asociados.
La estafa con la criptomoneda $LIBRA es el punto de inflexión. Más de 40.000 damnificados, un presidente que promociono personalmente el proyecto, y una serie de errores comunicacionales que dejaron expuesta la falta de preparación institucional.
La escena en la entrevista con Jony Viale, donde el asesor presidencial Santiago Caputo interrumpe al presidente en vivo, refleja no solo la fragilidad del liderazgo sino el colapso del blindaje mediático.
Milei ya no combate a la casta, gobierna con ella, ya no es disruptivo, sino defensivo, la corrupción que se prometía erradicada, empieza a filtrarse en expedientes judiciales, favores estatales, operaciones de encubrimiento y denuncias internacionales. En vez de empujar un nuevo paradigma, el gobierno repite las formas del poder que prometió demoler, pero sin la legitimidad ni el sostén social de sus predecesores.
Las estrategias de distracción escraches, insultos a periodistas, simulacros de épica callejera ya no duran.
El tiempo de las cámaras no tapa el tiempo de los bolsillos, la inflación, el ajuste brutal, y el desmantelamiento del Estado dejaron sin oxígeno el relato libertario, que ahora solo se sostiene en el griterío de sus voceros.
Hasta los medios oficialistas empiezan a mostrar fisuras. Lo que antes era obediencia comunicacional ahora es incomodidad editorial. Cuando Jony Viale tuvo que frenar la entrevista por orden del entorno presidencial, quedó expuesto el límite de la propaganda: no se puede frenar lo que la realidad pone frente a todos.
Y esa realidad es social, es institucional, es ética. Porque cuando el presidente admite públicamente que usará al Estado para defenderse de una estafa, lo que está en juego ya no es solo una política fallida, sino la legitimidad democrática misma.
En el escenario político actual, conviven dos cuerpos simbólicos, uno se descompone, el otro palpita y pelea contra sus fantasmas.
El relato libertario, que llegó como promesa de redención, se vistió de épica y terminó arrastrado por su propia podredumbre, el peronismo, es una memoria herida pero jamás silenciada y sigue latiendo en cada gesto de justicia, en cada bandera levantada, pero claro que no es suficiente, porque para tener oportunidad hace falta un rumbo fijo y por sobre toda las cosas, un líder para que guíe.
El gobierno de Javier Milei, que nació denunciando a la casta y prometiendo una purga institucional, está hoy envuelto en las mismas prácticas que decía venir a erradicar, desde la estafa con la criptomoneda $LIBRA hasta los pactos explícitos con los sectores del poder judicial, económico y mediático, su discurso original ha sido colonizado por la misma corrupción que prometía combatir.
El relato libertario, vestido de individualismo emancipador, se fue transformando en un mecanismo de disiplinamiento.
Libertad sin derechos, autonomía sin Estado, mercado sin pueblo. le guste a quien le guste, la realidad comenzó a estallar desde el ajuste feroz hasta los escándalos de corrupción, el cadáver simbólico empezó a flotar.
La cosa es muy simple: la realidad ya no se puede tapar con gritos, ni distraer con insultos televisivos, la gente siente el olor.
Frente a ese cuerpo que se descompone, aparece otro distinto que busca resurgir después de tantos naufragios. El peronismo resiste, busca volverse presencia, aun con Cristina proscripta y perseguida, porque aunque usted no lo crea, La reina madre callo y aun así, buscan dar el golpe mortal. En este escenario Cristina se transforma en símbolo y ya no es solo dirigente, es testimonio de que el odio no basta para borrar la historia.
Es probable que cada ataque la fortalezca, cada injusticia la transforme más en pueblo, pero aun así, parece que no alcanza.
Lo que se cae no es solo un gobierno, es una forma de entender la libertad como negocio, debería seguramente el peronismo aprovechar el envión para que de una vez por toda pueda levantarse.
La disputa no es técnica, Es ética. No se trata de elegir entre dos modelos de crecimiento, sino entre dos sentidos de existencia, entre el cinismo performático y la resiliencia colectiva.
Un oficialismo atrapado en su propio relato mesiánico y una oposición que parece naufragar sin brújula. Milei, se presenta como un “elegido” que combate enemigos invisibles, pero su discurso se desmorona frente a una realidad que exige gestión, no épica. Del otro lado, el peronismo atraviesa una crisis de liderazgo profunda. Cristina Kirchner, aún con peso simbólico, está judicialmente Presa, asi de cruda es la cosa, y su figura genera más polarización que cohesión. Axel Kicillof intenta articular una estrategia desde la provincia de Buenos Aires, pero enfrenta resistencias internas y una dirigencia fragmentada.
La falta de una conducción clara y de un proyecto renovador convierte al peronismo en un espacio que mira hacia adentro mientras el país exige respuestas urgentes.
¿si este gobierno no es la salida, cuál es?” este es el núcleo del dilema.
Hoy no hay una alternativa sólida porque ninguna fuerza logra sintetizar unidad, sensibilidad social y visión estratégica, La oposición está atrapada entre el desgaste de lo conocido y la corrupción que le sale por los poros más el vértigo de lo nuevo. Y mientras tanto, la ciudadanía transita un clima de desconcierto, donde la política parece más un espectáculo que una herramienta de transformación.
Más historias
Cristo: ausente necesario. El silencio revelador en el discurso Mileísta
“La libertad domesticada: del liberalismo emancipador al liberalismo de la obediencia”
Dos Historias, Un Pueblo: Lula y Cristina en la Trinchera del Su