Pilar como espejo de un conflicto nacional.

Posiblemente en Pilar, el escenario político está funcionando como laboratorio de tensión entre la lógica de construcción partidaria tradicional y los impulsos verticalistas de La Libertad Avanza.

 

por Jesús Marcelo Delise [email protected]

Seguramente desde estas nuevas normas Adriana Cáceres, emerja como figura que busca reconfigurar lo que llama representación territorial, separando su posición del ruido ideológico y del estilo confrontativo.

No hace falta recordar que Mauricio Macri parece una figurita que ya no tienen lugar en el álbum coleccionable de la política, claro que tampoco hay que subestimarlo porque nadie puede negar que es un felino que siempre está agazapado y al menor descuido, puede lánzate un zarpazo y dejarte herido entre medio de la incertidumbre.

Lo cierto es que La fractura del PRO en Pilar y el surgimiento de espacios como Nuevos Aires, no son solo maniobras tácticas, sino síntomas de una crisis más profunda, la imposibilidad de sostener pactos de coalición que respeten territorialidad, diálogo y pluralidad parece una sentencia de muerte.

Karina Milei, con su resistencia a ceder espacios en las listas, refuerza una lógica de exclusión que pone en evidencia la contradicción interna de La Libertad Avanza, ¿puede un espacio que se autoproclama libertario negar la autonomía a sus aliados?

Cuando Cáceres dice que “la violencia no me representa”, está marcando un quiebre que va más allá de lo programático, habla desde una práctica política que busca conectar con las necesidades del territorio, en especial las de los barrios populares, y que se distancia de la gestión deshumanizada que reduce personas a expedientes.

Su boleta corta, en este sentido, se vuelve metáfora, una forma de disputar desde los márgenes con identidad propia, sin subordinarse a un proyecto nacional que ha perdido el vínculo con lo local.

La tensión entre líneas libertarias que mantienen bloques separados desde 2023 y la puja por lugares en listas reflejan lo que ocurre a escala nacional: la incapacidad de construir un frente común sin caer en prácticas autoritarias o personalismos extremos. El caso de Neuspiller como única figura PRO entre libertarios marca esa excepción que confirma la regla: un pacto débil, atado a nombres más que a acuerdos programáticos.