La visita de Lula da Silva a Cristina Kirchner en su domicilio de Constitución donde cumple prisión domiciliaria, fue mucho más que un gesto personal, fue, como ella misma lo definió, «un acto político de solidaridad».
Por Jesús Marcelo Delise [email protected]
Ambos líderes comparten una historia de persecución judicial, conocida como lawfare, que los convirtió en emblemas de resistencia para amplios sectores populares en América Latina.
Cristina denunció que Argentina está atravesando una «deriva autoritaria» bajo el gobierno de Javier Milei, al que calificó como promotor de un «terrorismo de Estado de baja intensidad».
En su mensaje, advirtió que el país se está convirtiendo en un «experimento continental», comparando la situación actual con el Chile de Pinochet y los Chicago Boys. Según ella, Milei y los «Caputo Boys» estarían aplicando un manual de ajuste brutal: salarios de hambre, privatización total y entrega al FMI.
La visita de Lula, además, se dio en un contexto de represión a la protesta social, detenciones arbitrarias de militantes y un deterioro alarmante de la libertad de prensa. Cristina citó incluso el caso del reportero gráfico Pablo Grillo, agredido por documentar una marcha de jubilados.
Las historias paralelas de Lula y Cristina en una Latinoamérica codiciada por las potencias con la etiqueta del primer mundo, es profunda y pinta un paisaje lleno de codicias que se sienten poderosas y con la libertad de arrasar con todo lo que esté a su paso.
Tanto Cristina como Lula, representan un «nosotros que no se calla ni se detiene», como escribió Cristina, Argentina y toda Latinoamérica, enfrenta modelos que buscan desarticular la organización popular y convertir a los países en bancos de prueba del neoliberalismo extremo.
Luiz Inácio Lula da Silva visita a Cristina Fernández de Kirchner y no es un gesto diplomático ni un acto de cortesía, es como bien definió la propia Cristina, un acto político de solidaridad frente al avance del terrorismo de Estado de baja intensidad, Una escena que, lejos de la formalidad, tuvo el peso simbólico de dos biografías que supieron resistir persecuciones judiciales, demonización mediática y procesos políticos diseñados para quebrarlos.
Ambos líderes, hoy referentes latinoamericanos, encarnan la resistencia a un modelo que quiere convertir a las democracias en laboratorios de despojo.
Como en los tiempos de las dictaduras militares, pero con ropaje institucional, se construyen marcos represivos «selectivos», se acallan voces, se destruyen consensos sociales y se instala el miedo como regulador de la política.
Cristina lo advirtió: «Argentina se está convirtiendo en un experimento continental.»
Y no exagera. La política de Milei, acompañada por los Caputo Boys y sostenida por una red de blindaje judicial y comunicacional, busca instalar un modelo ultraliberal donde el mercado decide quién vive, quién se cura y quién come. El pueblo queda reducido a espectador, mientras sus derechos son sacrificados en nombre de una economía que sólo beneficia a los poderosos.
El Mandatario brasileño reunido también con Adolfo Pérez Esquivel y Eduardo Valdés, refrenda su compromiso con la democracia y los derechos humanos, reivindicando el legado de los perseguidos del continente.
Su historia, una prisión injusta, una condena sin pruebas, una victoria popular, se espeja con la de Cristina, acusada sin condena firme, estigmatizada y proscripta sin veredicto.
Un Sur codiciado, un Sur en disputa
Las grandes potencias miran a América Latina como una reserva de recursos estratégicos. Litio, gas, agua dulce, cerebros baratos y cuerpos descartables. Frente a esa codicia imperial, la resistencia popular latinoamericana es el mayor obstáculo al saqueo. Por eso, los líderes que hablan por el pueblo son perseguidos, sus partidos judicializados, sus organizaciones criminalizadas.
El lawfare es la nueva dictadura sin tanques, y la represión «modulada» es el nuevo terrorismo de Estado que no mata a muchos, pero paraliza a muchos más.
La visita de Lula, entonces, fue una señal, en la Argentina que resiste, la región se vuelve comunidad.
Adolfo Pérez Esquivel y Eduardo Valdés, el mandatario brasileño refrendó su compromiso con la democracia y los derechos humanos, reivindicando el legado de los perseguidos del continente.
Una visita que marca el rumbo
Cuando Lula da Silva cruzó la puerta de Constitución para visitar a Cristina Fernández de Kirchner, no se trató de un gesto de cortesía. Fue un acto político con memoria, una señal de que América Latina no está dispuesta a arrodillarse frente al avance silencioso del autoritarismo de mercado.
Hablamos de dos líderes que fueron y son víctimas del lawfare, esa maquinaria judicial que persigue sin balas, pero con condenas mediáticas. Ambos resisten o resistieron, y hoy, su encuentro es una advertencia a los pueblos: cuando la democracia se vacía, la solidaridad debe llenarla.
Toda esta realidad eta enmarcada en una pintura que asusta ya que aplica un manual que recuerda al Chile de los Chicago Boys, destrucción del Estado, entrega del patrimonio nacional, hambre estructural. Una obra donde la imagen del pueblo argentino y otros pueblos son objeto de experimento, no sujeto de derecho.
Litio, agua, tierras, fuerza de trabajo. América Latina es codiciada, y los pueblos son descartables para el mercado.
El lawfare no busca justicia, busca desactivar a los líderes populares que impiden el saqueo. Cristina y Lula lo saben, por eso sus biografías son trincheras.
Argentina no puede convertirse en peón de las potencias, no se puede gobernar en nombre de Wall Street, Tel Aviv o Bruselas. La política exterior no puede construirse sobre afinidades personales ni dogmas mesiánicos. Gobernar, no es amar lo propio, sino defender lo de todos.
La represión no solo se ve en las calles. Se ve en los hospitales sin medicamentos, en los jubilados sin comida, en los niños sin aulas, en los medios que callan por miedo o conveniencia. Pero también en los rostros que marchan, resisten, escriben, gritan.
Como vos, como yo, como cada ciudadano, cada argentino que aún creen que la democracia no se limita al voto, sino que vive en la coherencia entre el discurso y el acto.
Cristina y Lula no son simplemente líderes. Son símbolo de lo que el poder teme: una América Latina organizada, lúcida, humanista.
No hay acto pequeño cuando lo que se defiende es la dignidad.
Si nos quieren como experimento, les mostraremos que la ciencia del pueblo se llama memoria, resistencia y amor por lo colectivo.
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