En la madrugada del lunes 11 de agosto, en el Hospital Municipal de presidente Derqui, se apagó la voz de Luis Alejandro Medina, un hombre de radio que deja un vacío inmenso en la radiocomunicación de Pilar. Locutor, operador, músico, y, sobre todo, presencia sonora de una época que supo construir comunidad desde el aire.
Por Jesús Marcelo Delise [email protected]
Luis fue parte de FM Derqui en los años 90, cuando la radio local era trinchera y fogón, su voz también pasó por TyC Sports, Radio X, y otras emisoras que supieron reconocer su talento en el formato americano, ese estilo donde el operador y el locutor se funden en una sola figura, ágil y creativa, capaz de sostener el ritmo y el alma de un programa.
Pero su historia no empieza ni termina en los estudios, en su juventud, Luis fue músico del grupo París, que tuvo su minuto de fama en la radio nacional, esa experiencia marcó su vínculo con la cultura popular, no como espectador, sino como protagonista.
Su vida fue una partitura de micrófonos, consolas, guitarras y silencios que también comunican.
Hoy Pilar despide no solo a un profesional, sino a una voz inconfundible, parte del paisaje sonoro de nuestra memoria colectiva.
Que su legado inspire a nuevas generaciones de comunicadores a hacer de la radio un acto de presencia, de comunidad y de verdad.
Luis Alejandro Medina no fue solo una voz inconfundible en la radiocomunicación de Pilar, fue amigo, consejero, y constructor de sueños ajenos.
En los comienzos precarios de Radio La Muy Negra, cuando apenas teníamos un par de oyentes y muchas dudas, él apareció sin pedir nada, sin intereses personales, con ese modo suyo de estar orientando, aconsejando, creyendo.
Nuestras charlas eran largas, infinitas, la política era parte de la discusión, pero donde la radio era el tono en el que siempre capitalizaba ese saber sin fronteras, porque para Luis, la radio no era solo oficio, era pasión, arte, comunidad.
Frente al Albino, uno solo podía escuchar y aprender, era un ilustre, pero nunca se comportó como tal, su saber no era arrogancia, era generosidad.
Para los amigos, era simplemente «el albino». Seguramente porque su piel era demasiado blanca, pero claro porque su alma tambien lo era.
Un personaje entrañable, particular, que tenía el don de hacerte sentir importante. El era capaz de ayudarte a ordenar el futuro de tus sueños, en mi caso, fue guía y espejo donde el esfuerzo se encauzaron gracias a él.
Hoy, su partida deja un dolor hondo, y sí, quizás un vacío que costará llenar, porque cada vez que escuche su voz presentando un programa, sabré que nada será lo mismo.
Luis Alejandro Medina, solo se que tu legado vive en cada palabra que se dice al aire, en cada oyente que se suma, en cada sueño que se atreve a sonar.
Gracias, Luis. Por tu voz, por tu tiempo, por tu fe en los demás. Que tu frecuencia nos siga iluminando.
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