La desmentida del ministro Marcelo D’Alessandro tiene una debilidad extrema porque registra un antecedente: cuando Página/12 publicó el viaje a Lago Escondido de jueces, funcionarios y empresarios, D’Alessandro también dijo que era una mentira. Lo siguió negando aún cuando este diario accedió a la lista de pasajeros del vuelo privado. Después guardó silencio y finalmente se resignó cuando aparecieron las fotos de toda la comitiva en el aeropuerto de Bariloche. Es decir que desmintió y mintió. Todo eso ocurrió en octubre.
También negaron todo a raíz de que aparecieron los chats entre los excursionistas del avión privado, a principios de diciembre. Por supuesto que se victimizaron diciendo que era un hackeo ilegal, pero la desmentida tuvo patas cortas porque los mensajes reflejaban las comunicaciones que protagonizamos algunos periodistas.
En este diario, Irina Hauser y este cronista hablamos con jueces, fiscales y funcionarios, tal como describen, con precisión, aquellos chats. Otros colegas de otros medios —La Nación, El Destape— ratificaron que hicieron o recibieron llamadas como se refleja en los mensajes. En ese marco, D’Alessandro dijo en los chats que disolvería la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) porque desde allí se filtró la lista de pasajeros. Pero lo serio no fue eso, sino que el juez Pablo Yadarola sugiere en un mensaje que se vengaría de José Glinski, el titular de la PSA, utilizando una causa judicial y el ministro de Seguridad pidió tener el gusto de ir a buscarlo con un patrullero “y hacerlo cagar”, algo que no se sabe bien qué significa. El contexto general del intercambio entre jueces, funcionarios y empresarios fue la creación de pruebas falsas para tapar el escándalo.
Ahora D’Alessandro repite el esquema de las negativas. Por ejemplo, que Silvio Robles, el operador de Horacio Rosatti, le envió un texto –en el que sugiere ideas para contestar a la designación del senador del FdT Martín Doñate en el Consejo de la Magistratura– y que en verdad esos párrafos fueron enviados a mucha gente, sobre todo periodistas, no para él en especial. Lo que se ve en el chat es que fuera de ese texto se sugiere que los senadores del PRO no vayan a la sesión y, al mismo tiempo, dónde hacer la presentación judicial, ante un juez en lo contencioso-administrativo o en la propia Corte. El diálogo es personal y remata “usala como tuya”.
A priori puede decirse que los mensajes relacionados con los sobres de dólares no serán fáciles de probar. Pero hay un punto de partida: todo el sistema de acarreos de grúas viene sospechado desde hace tiempo. No se entendía cómo seguía operando con un contrato súper-vencido y un canon menos que mínimo. A ese capítulo le correspondería la frase si non e vero, e ben trovato, según diría Giordano Bruno en 1582.
Habría que agregar que en los chats del falso abogado Marcelo D’Alessio con el destituido fiscal Juan Ignacio Bidone se refleja lo que verdaderamente pasó en los expedientes del triple crimen de General Rodríguez –trataron de involucrar a Aníbal Fernández, algo que fue rechazado por «la tía», María Servini de Cubría–; lo que sucedió en la triple fuga al principio del gobierno de Mauricio Macri y los servicios que prestaba el fiscal: así a D’Alessio como a D’Alessandro. Les pasaba informes de antecedentes y Migraciones de manera ilegal. Por lo tanto, también el contexto de los otros chats es más que creíble.
D’Alessandro salió a la cancha a culpar al kirchnerismo por el espionaje ilegal. De todas maneras, la historia reciente apunta para otro lado. El aparato del PRO y en especial de Mauricio Macri espió a sus dos hermanas Sandra y Florencia porque desconfiaba de sus parejas; espió a todos los dirigentes que se autodenominaban macristas, incluyendo a Horacio Rodríguez Larreta, Diego Santilli, Emilio Monzó y tantos otros. Sin olvidar aquella filmación imborrable de la GestaPRO, donde también eran casi todos funcionarios macristas sentados a la mesa.
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