Los chats del ministro de Seguridad porteño con la Corte
La nueva difusión de chats de Marcelo D’Alessandro –esta vez en relaciones non sanctas con asesores de la Corte Suprema o empresarios del negocio de las grúas– lo encontró a Horacio Rodríguez Larreta de viaje en el sur, en el country Cumelén. Desde allí, el jefe de Gobierno convocó de emergencia a un Zoom de su mesa chica para definir la estrategia a seguir. Tras el encuentro, resolvieron que el ministro de Seguridad continuará en su cargo y lo enviaron a medios de comunicación amigables a responder a la denuncia. D’Alessandro volvió a contestar con un ataque: lo denunció al diputado Rodolfo Tailhade por presunto espionaje ilegal. El mismo tiempo dijo que los chats difundidos son falsos. Las dos cosas no pueden ser ciertas: o hubo espionaje sobre su cuenta de Telegram o inventaron chats falsos.
No es la primera vez que D’Alessandro incurre en esta contradicción: con los chats de Lago Escondido también afirmó en distintas entrevistas que eran chats adulterados y que se los habían robado del celular. Lo más curioso es que el jefe de Gobierno ya dio por buenas esas explicaciones en dos oportunidades. Su decisión de mantener a D’Alessandro contrasta con los reflejos que tuvo Patricia Bullrich apenas salió la primera denuncia contra su exmano derecha Gerardo Milman: la presidenta del PRO lo apartó de su campaña y lo fue escondiendo lo más que pudo. Puso saludable distancia con el dirigente. Larreta, no. Al menos, por ahora.
Para colmo, luego de que se conoció la nueva ola de chats del ministro –que, ya no cabe duda, provienen de un hackeo de todas sus conversaciones– un sector del PRO comenzó a difundir la versión de que D’Alessandro renunciaba. Desde las usinas del larretismo, comenzaron a desmentirlo velozmente pero registraron que el daño no se lo hacen solo las denuncias del Frente de Todos, sino las operaciones internas. Y quizás sobre todo las operaciones internas.
Zoom absolutorio
Desde Villa La Angostura, Larreta prendió la computadora y se conectó por la mañana a un Zoom del que participó su mesa chica: estaban su candidato bonaerense Diego Santilli, su jefe de Gabinete, Felipe Miguel, el secretario general Fernando Strafase, la recién llegada al gabinete Silvia Lospennato y los integrantes del área de comunicación Federico Di Benedetto y Christian Coelho. Luego de evaluar las distintas opciones, el consenso fue que era más costoso pedirle la renuncia que sostener su versión. «No podemos pedirle la renuncia porque es avalar una operación de inteligencia ilegal. Aún si fuera todo cierto, no podemos avalarlo», fue el argumento. La otra evaluación fue que le apuntan a D’Alessandro para desgastar la candidatura de Larreta. El énfasis se puso, entonces, en el carácter ilegal de las filtraciones, como la primera vez. Y hubo un pedido a D’Alessandro que saliera a defenderse, aclarar y explicar.
Sobre todo, explicar bien. Hay funcionarios porteños que creen que su explicación no fue del todo convincente. Y que no entienden por qué, si se trata de chats adulterados, no hace públicas las versiones reales para que quede claro que fue una edición. Salvo que haya cosas «inconvenientes» (es la palabra que se usa en el Gobierno porteño) que no se puedan mostrar.
D’Alessandro contraataca
Ante el pedido de que diera su versión en público sin demora, el ministro de Seguridad volvió a salir con el mismo nivel de agresividad que en las primeras filtraciones y con la misma pobreza a la hora de responder a los puntos oscuros de lo ocurrido (al día de hoy, no queda claro que hacía con funcionarios judiciales e integrantes de un multimedios en un viaje a la estancia de un empresario extranjero). Lo hizo a través de la señal Todo Noticias, donde dijo dos cosas: 1) que los chats son falsos, 2) que es víctima de espionaje ilegal.
El primer D’Alessandro sostuvo: «Ellos generan una posverdad. Los chats son inventados, son falsos».
El segundo D’Alessandro, en el mismo reportaje, afirmó: «El diputado Rodolfo Tailhade deberá presentarse en la Justicia y explicar cómo obtuvo algo que es ilegal y no lo denunció”. Para esto, dijo, presentó una denuncia penal contra Tailhade. En esta segunda versión, los chats son robados de su celular.
Por último, D’Alessandro aseguró que no dejará su cargo: «Yo no asumí para atornillarme en un sillón. El jefe de Gobierno me ha respaldado en mi cargo y sigo más allá de las operaciones de que me estarían echando». Estas últimas prefirió no aclarar de dónde venían. En la mesa chica de Larreta, sostenían que el ataque viene de «sectores de inteligencia» y no de dentro del PRO, aunque advertían que «alguna persona del PRO puede estar intentando sacar rédito político».
Lobo suelto
Para completar el escenario de explicaciones contradictorias, el flamante funcionario larretista Waldo Wolff -que venía a ayudar con la comunicación- salió a defender al ministro difundiendo otra escucha que se hizo pública de forma ilegal, es decir, lo que en principio criticaban que se le hizo a D’Alessandro.
La escucha fue hecha en una «precausa» en la que finalmente no se encontró ningún delito y cuyos originales fueron destruidos –según concluyó un informe de la Comisión Bicameral de Fiscalización de los Organismos de Inteligencia–, pero su difusión pública distaba bastante de ser algo legal.
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