Centenares de miles de personas de distintas tribus marcharon junto a estudiantes y trabajadores de la salud en defensa de sus derechos más elementales, aunque ahora amenazados. Golpe a golpe, veto a veto, al final hubo recompensa.
Es un grito de corazón. Estalla como en la final de un mundial frente al Congreso enjaulado. “Traigan al gorila de Milei, para que vea…” A los docentes, médicos, estudiantes, enfermeros, jubilados, laburantes… Son cientos de miles. “¡Es que este pueblo no cambia de idea!”. Defiende la universidad pública, al Garrahan, sus derechos pisoteados, la dignidad a secas. Estallan las gargantas poderosas en la tarde tórrida del miércoles que anticipa la primavera democrática. La Cámara de Diputados acaba de rechazar los vetos del régimen libertario. El pueblo salta, se abraza, canta en la plaza abarrotada. ¡Pelea y pelea!
“Los lápices siguen escribiendo”. Joaquín levanta el cartel como bandera a la victoria frente al atiborrado escenario. Es uno de los más de 2 millones y medio de estudiantes de las casas de altos estudios públicas que sufren la motosierra del gobierno anarcocapitalista. Argumenta el futuro abogado de la UBA: “Estoy acá porque la educación nos da herramientas para pensar, para ser libres, y no el grito vacío de ‘viva la libertad’ y se va todo al carajo. Por eso vine, por eso defiendo la universidad pública, gratuita, de calidad. Por eso estoy feliz”.
Clase magistral a cielo abierto dicta Leandro, docente de la Universidad Nacional de Avellaneda: “Desfinanciamiento, vaciamiento, recortes, no se aguanta más. ¿Decime quién vive con 300 mil pesos?” Malabares hace el profesor para llegar a fin de mes: “Suben el alquiler, los servicios, la comida. Ojalá que este rechazo les ponga un freno. Hoy le ganamos a la crueldad”. Al despedirse, el académico le recomiendo a Milei un libro que puede ayudarlo a gobernar para las mayorías: “Que lea la Constitución. Ahí están los derechos que tiene que respetar”.
Contra las políticas públicas mileístas que dan miedo y asco pone el cuerpo Ana, docente de la Universidad de Quilmes. Dicta clases en contexto de encierro. “Luchar garpa y ahora vamos por el triunfo en el Senado. Un gobierno que recorta en educación, en salud, en discapacidad es un gobierno que impulsa la deshumanización. Esta lucha es contra ese odio”. Citando a Durkheim, la profe piensa que vivimos tiempos de anomia, de leyes que no se cumplen, de la ley del más fuerte, de la ley de la selva donde un león cruel devora a los más postergados: “Pero, todos unidos, sabemos que se lo puede derrotar”. Pedagogía de los oprimidos.
Les laburantes del Garrahan también saltan en una pata. Marcharon desde el sur postrero hasta el Congreso. Contra el veto, su mensaje es clarito: “El ajuste mata”. Dice la doctora Jorgelina: “Este gobierno entiende a la salud como un gasto, como un negocio más. No piensan en los chicos, en los trabajadores, son crueles, son el mal. Estos días se juega la democracia. Hoy ganamos una batalla, sigue en el Senado, acá estaremos”.
El conocimiento nace de una pregunta. Flota en el aire mil veces respirado a pasitos del frígido Parlamento, otra vez tapiado por los mastines de Patricia Bullrich. Dice un cartel: “¿Por qué tanto miedo de educar al pueblo, Milei?”. Ensaya una respuesta Rocío Sotelo, orgullosa estudiante de audiovisual de la conurbana UNIPAZ: “Porque los da miedo que pensemos. Soy primera universitaria de mi familia. Mamá es ama de casa y papá obrero. Por eso defendemos la educación pública, porque es del pueblo”. Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta…
Los gremios también dicen presente. Los muchachos y muchachas transpiran la gota gorda. Cuerpo a cuerpo se pelea el metro cuadrado en la plaza. “La conquista más grande fue que la universidad se llenó de hijos de obreros”. La frase de Perón está tatuada en una cartulina. Las columnas hacen memoria histórica hecha canción: “Qué cagazo, qué cagazo, obreros, docentes y estudiantes, como en el Cordobazo”.
Comunión ideológica para defender a las universidades y a la salud pública. Hermanados marchan Franja Morada, La Cámpora y el Polo Obrero. Se festeja con batalla de los bombos y el Guantanamera dedicado a la Gran Hermana: “Del 3% de Karina pueden salir los recursos para la salud, para la educación, para las personas con discapacidad”, dicen a coro la doctora Leila y el psicólogo Sergio. “El presidente parece que disfruta cuando golpea a los abuelos, a los docentes, a las personas con discapacidad. Es cruel, sonríe, odia al pueblo. Por eso decimos basta”. Freud pensaba que el odio no era lo opuesto al amor, sino la indiferencia: “Y estamos acá en la plaza porque este pueblo no es indiferente, no nos salvamos solos -dice Sergio-. Estamos felices por este veto, porque el amor vence al odio”.
Las columnas dejan la plaza con la sonrisa dibujada en los rostros de los de abajo. Ni un paso atrás y a seguir peleando. El grito de corazón sigue resonando en las cabezas: “Viva el Garrahan y la universidad pública, carajo”.
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