La libertad ya no avanza, el peronismo si

La provincia habló. Y habló fuerte. Con más del 46% de los votos, Fuerza Patria le propinó a La Libertad Avanza una derrota de casi 13 puntos. No fue solo un resultado electoral, fue un grito colectivo, un llamado urgente desde el corazón del conurbano, desde las barriadas que sostienen la dignidad con lo que les queda, pero el presidente Javier Milei, en lugar de escuchar, eligió redoblar la sordera, reconoció la derrota, sí, pero prometió mantener el rumbo económico, es decir, más ajuste, más crueldad, más indiferencia.

 

Por Jesús Marcelo Delise [email protected]

 

La paliza no fue solo en números, fue simbólica, el peronismo recuperó su músculo territorial y su capacidad de organización mas su vínculo con lo real.

En la Tercera Sección donde el hambre no se mide en índices sino en ollas populares, la diferencia fue de 25 puntos, en la Primera, donde conviven la postergación y la comodidad, también se impuso Fuerza Patria, el mapa se tiñó de azul, y sin embargo, Milei insiste en pintar la provincia de violeta, como si el pueblo fuera un decorado más en su show libertario.

¿Afuera? Los tres funcionarios claves de Javier Milei que estuvieron ausentes del escenario de LLALa negativa del presidente a revisar su política económica no es solo una obstinación, es una provocación, es mirar a los ojos a millones de argentinos que votaron por frenar el ajuste y decirles que no importan, el experimento sigue, el experimento seguirá porque el poder de la libertad avanza, es infinito y las fuerzas del cielo asi lo quieren y claro, sin olvidar que el mercado manda, que los jubilados, los docentes, los enfermeros, los trabajadores de a pie, pueden esperar, que el voto popular es apenas un ruido en su plan de demolición.

Hay algo que Milei no puede ajustar, la memoria, la memoria de un pueblo que sabe organizarse, que sabe resistir, que sabe volver.

Esta elección fue un regreso no al pasado como repiten los operadores del miedo, sino a la política con cuerpo, con territorio, con sentido a las políticas que abrazan, que escuchan, que construyen.

La paliza fue electoral, sí, pero también fue ética, fue una lección dentro de la democracia, y si el presidente no quiere escuchar, que se prepare, porque el pueblo ya empezó nuevamente a empoderarse.

 

 

La voz que Milei no puede callar

Hubo una voz, una que no necesita permiso ni micrófono, una que aparece cuando el silencio se vuelve cómplice.

Cristina Fernández de Kirchner volvió a hablar no desde la institucionalidad, sino desde el corazón de una dirigencia que no la olvida, que la sigue viendo como faro, como latido con presencia.

El peronismo está más vivo que nunca, lo demostró en las urnas, en las calles, en los balcones, en los abrazos que no se televisan y en esa voz que a pesar de grilletes y una justicia disfrazada sigue siendo implacable.

Mientras Javier Milei se atrinchera en su dogma de ajuste, negando el mensaje popular, Cristina le recuerda que no se puede refundar la Argentina desde el desprecio, que los argentinos no somos una hoja en blanco, somos historia, somos herencia, somos memoria, verdad y justicia, y eso no se borra con decretos ni con algoritmos.

No se gana una elección golpeando a nuestros jubilados, que sostienen con su cuerpo el recuerdo de lo que somos, no se gana una elección destruyendo la salud pública que nos salva cuando todo parece estar perdido.

No se gana una elección atacando la educación, que es el único camino que no humilla, no se gana una elección agrediendo a un niño autista de 12 años.

Una elección no se gana estigmatizando a los discapacitados, condenándolos a la desidia mientras se reparten coimas en los pasillos del poder, no se gana una elección burlándose del “Nunca Más”, ni riéndose del dolor ajeno.

La paliza electoral en la provincia de Buenos Aires no fue solo un resultado, fue un límite, fue un “hasta acá”, fue el pueblo diciendo que no todo vale, que no todo se compra, que hay cosas que no se negocian.

Si Milei no quiere escuchar, que sepa que hay una voz que sigue hablando, que aparece cuando menos se la espera, que calla al mismo silencio, que no necesita estar en la boleta para estar en el alma de millones.

Esa voz es la que nos recuerda que la política no es espectáculo sino destino, y que el pueblo argentino, por más que lo quieran ajustar, sigue latiendo.