Durante meses, el presidente Javier Milei repitió con tono burlón en televisión: “Flota el dólar, flota”. Lo decía como quien se ríe de los que alertaban sobre intervenciones encubiertas, como quien se jacta de haber liberado las fuerzas del mercado, pero hoy, ese mantra se estrella contra la realidad, el dólar ya no flota, el Tesoro interviene, y el Banco Central, ese organismo que prometió abolir, sigue operando como actor clave en el mercado cambiario.
Por Jesús Marcelo Delise [email protected]
La decisión de intervenir directamente en el MULC (Mercado Único y Libre de Cambios) marca un punto de inflexión, el Tesoro, con USD 1.700 millones disponibles, salió a vender divisas para contener la cotización, y aunque formalmente se dice que es el Tesoro quien actúa, en la práctica, fue el BCRA quien ejecutó la operación “a cuenta y orden” del Tesoro, es decir, el Central sigue siendo el brazo operativo de una política que, en campaña, se prometió eliminar.
La libre flotación, entonces, se revela como una ficción, una puesta en escena que sirvió para sostener el relato de la desregulación total, mientras en las sombras se mantenía la mano firme del Estado, porque si el dólar realmente flotara, no habría necesidad de vender USD 100 millones en un solo día, ni de intervenir en el mercado de futuros para mantener las tasas implícitas por debajo del 40%.
Lo más inquietante, no es solo la contradicción entre discurso y acción, sino el momento elegido para esta intervención, la antesala de dos elecciones clave, la primera, en la provincia de Buenos Aires, donde se define el pulso legislativo local, la segunda, en octubre, cuando se pondrá a prueba el respaldo nacional al oficialismo. ¿Estamos ante una estrategia económica o ante una maniobra electoral?
El presidente que prometió dinamitar el Banco Central hoy lo utiliza como escudo, el líder que se burlaba de quienes dudaban de la flotación, hoy recurre a la intervención para evitar que el dólar se convierta en termómetro del malestar social, y el gobierno que se jactaba de no tocar el mercado, hoy lo manipula para sostener su relato.
La economía argentina no necesita sarcasmo, necesita coherencia. No necesita slogan televisivos, necesita instituciones que digan la verdad, porque cuando el dólar deja de flotar, lo que se hunde es la credibilidad.
El dólar no flota, la verdad tampoco
El dólar ya no flota, lo sostiene el Banco Central con hilos invisibles, como quien sostiene una marioneta para que no se desplome en escena, lo manipulan para que la ilusión del equilibrio fiscal no se desmorone antes de las elecciones. Pero no hay libre mercado, ni libre expresión, ni libre conciencia cuando el poder decide qué se puede decir, qué se puede investigar, qué se puede cantar.
Mientras el Tesoro vende dólares a cuenta y orden del BCRA, en la Casa Rosada se apaga la luz de la transparencia, la causa por la criptomoneda Libra esa memecoin que creció y cayó como un truco de feria digital sigue sacudiendo los cimientos del relato libertario.
El fiscal Taiano investiga por estafa, tráfico de influencias y cohecho, y aunque el gobierno intenta correr a los Milei del foco, los nombres se repiten: Karina, Caputo, Davis, Peh.
Pero ni las fuerzas del cielo pudieron detener lo que ya estalló, los audios filtrados de Diego Spagnuolo, ex titular de la Agencia Nacional de Discapacidad, revelan un sistema de coimas que salpica a Karina Milei y a “Lule” Menem, la denuncia es clara, medicamentos con sobreprecios, contratos inflados, y una red que llega hasta el corazón del ejecutivo, ya claro, la respuesta oficial no fue aclarar, sino censurar, no fue investigar, sino perseguir.
Patricia Bullrich, ministra de Seguridad, pidió allanamientos a periodistas y medios que difundieron los audios, la denuncia penal contra ella por abuso de autoridad ya está en marcha, pero el mensaje es otro, si pensas distinto, no hay libertad de prensa que te defienda, si revelas lo que incomoda, sos parte de una “operación rusa”, una “campaña de desinformación” o un “ataque ilegal”, la democracia, así, se convierte en un decorado.
Y mientras tanto, la casta, esa que prometieron combatir, le reza a los discapacitados, a los médicos del Garrahan, a la educación pública, con vetos y recortes.
En Corrientes, el descontento popular ya se hizo voto, la Libertad Avanza terminó cuarta, y los audios siguen saliendo a la luz.
La gente canta en las calles, “Karina es alta coimera”. No es un insulto, es un síntoma.
Todo está a punto de estallar, y cuando lo haga, no será por el dólar, ni por los audios, ni por los allanamientos, será por la acumulación de silencios, por la censura que quiso tapar la verdad, por el desprecio a los que sostienen el país desde abajo, porque cuando el poder se encierra en sí mismo, la historia se abre paso por las grietas.
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