Seguramente hoy fue el primer día de los seis años por venir y claro, seis años pueden ser nada y lo pueden ser todo. Muchas cosas pueden pasar en un futuro no muy lejano.
Seis años pueden ser un suspiro… o una eternidad. En política, como en la vida, cada día puede ser el prólogo de algo inmenso o el eco persistente de un ciclo que se repite.
6 años de una conciencia histórica que oscila entre el dolor, la resistencia y la esperanza.
Lo que hoy parece el inicio de una cuenta regresiva, también puede ser el germen de nuevas luchas, resignificaciones y transformaciones. En un país donde la historia no se archiva, sino que se discute en las mesas, en las calles y en los versos, esa temporalidad se vuelve profundamente simbólica.
La voz de Cristina se escuchó libre en plaza de mayo y yo pensé, solo son 6 años por venir y lo hacía mientras sentía esa voz tan calma que por momentos me asustaba y por otros me hacía sentir perdido mientras mis temores se sentaban en la misma mesa y compartían una fuerza arrolladora entre tantos argentinos que simplemente escucharon entre lágrimas y esperanzas.
Cristina es una liturgia popular. Cristina son cientos de escenas cargada de densidad emocional y memoria viva.
La voz de Cristina no solo retumba en la Plaza de Mayo como un eco que atraviesa décadas, está muy claro que no es solo un discurso: es un acto de presencia, de reclamación simbólica y de comunión afectiva.
Cristina sin duda ha trascendido como una espina clavada en las entrañas de los poderosos. Hoy me enseño que no se puede encarcelar a un pueblo y claro, ya no voy a preguntarme si en verdad estamos en el principio o en el final de algo.
La calma en la voz de Cristina, lejos de apaciguar, parece confrontar; es como si esa serenidad le hablara directamente a la angustia colectiva, sin alzar la voz, pero atravesandola.
La voz de un líder no puede callarse con las rejas de la proscripción
La historia no se silencia con veredictos, ni la voluntad de un pueblo se encierra entre barrotes legales.
El que pretenda sofocar una voz que nace del abrazo de los humildes y de la herida de los olvidados, no entiende que la palabra popular no se exilia sino que se multiplica.
Este miércoles 18 de julio la Plaza de mayo no fue solo una postal ni una ceremonia, fue un espejo donde los miedos se sentaron a la mesa con la esperanza. Fue la voz calma y sin embargo arrolladora de una mujer que aun rodeada de sentencias y amenazas, habló con la dignidad de quien sabe que el verdadero poder no está en el cargo, sino en la memoria compartida.
Hoy no empieza una cuenta regresiva. Empieza una cuenta viva de los sueños que no se abandonan, de las luchas que se renuevan, de la verdad que insiste. Proscribir no es callar; es convocar.
Este miércoles 18 de junio, el peronismo no sólo despertó: rompió el hechizo de la quietud impuesta,
El peronismo viene de años suspendido en un sueño, entre el dolor de la traición y el eco de las balas jurídicas. Pero su despertar no fue tibio ni negociado, fue arrollador, como el cauce de un río que vuelve a reconocer su camino.
En este día, miércoles 18 de junio del 2025, argentina se puso de pie y la proscripción se volvió una anécdota insolente, los actos inmorales de quienes debían impartir justicia quedaron desnudos ante la multitud, y ni la vigilancia de una tobillera electrónica pudran encerrar el símbolo vivo de una historia que no se resigna.
Ni siquiera la coreografía de Cristina que tanto mal les hace a los poderes concentrados podrá apagarse y ese balcón que buscan clausurar para ser parte de una celda simbólica, no logará callar la voz del pueblo, simplemente porque la voz de Cristina hoy continúa siendo libre.
La Plaza de Mayo y sus alrededores vibraron una vez más. Se lloró, se abrazó, se gritó. El pueblo otra vez, y como tantas veces libero a su líder, a su guía, simplemente porque entendió que cuando los pueblos se unen deciden su destino.
Este miércoles que ya es memoria colectiva, mientras las rejas se cierran simbólicamente sobre el cuerpo de Cristina Fernández de Kirchner, su voz se hizo aún más poderosa. No importó el fallo, ni la vigilancia, ni las danzas obscenas del poder, el pueblo la escuchó una vez más y la levantó, no en el mármol de una estatua, sino en el latido de su causa.
Hoy fue proscrita. Hoy fue encarcelada.
Pero jamás será silenciada.
Porque hay voces que no responden al permiso de los poderosos sino al clamor de los que sueñan despiertos.
Y porque gran parte de esta patria en plazas, en barrios, en la memoria de los humildes ya la ha puesto en lo más alto de la política argentina, y más aún, en cada corazón del peronismo vivo.
«La voz de un líder no puede callarse con las rejas de la proscripción». Cristina dijo alguna vez, la Patria es el otro. Y mientras ese otro siga creyendo, caminando, luchando, ella no solo será libre: será invencible.
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