Del éxito al empantanamiento

Por Jorge Carrera

Frente a un gobierno que pierde impulso y se desinfla, el propio Milei, cual Ulises, ha decidido atarse al mástil de la nave para desoír a las sirenas de la devaluación.

Hace un año, Ignacio Fidanza y Luciana Glezer me hacían un sustancioso y extenso reportaje en LPO.

En ese momento, el título del reportaje que afirmaba que a Milei le podía ir bien, me ocasionó un cierto número de llamadas y observaciones de amigos, colegas y seguidores sobre lo erróneo o desafortunado de mi aseveración. Aun cuando en el texto estaba explicitado bajo cuáles condiciones le podía ir bien.

Eran tiempos en los cuales muchos opositores se preparaban para ver la caída del gobierno en semana santa (comiendo pochoclos) o una transición con Villarruel a la cabeza y Macri comandando los hilos

Milei se mostró políticamente más hábil de lo que creían sus impulsores visibles e invisibles.

Y en materia económica, se mostró más pragmático de lo que había anticipado en campaña electoral.

Justamente, Milei envenenó la elección y nos enloqueció en casi todo el 2023 con promesas muy taquilleras y desestabilizadoras como la dolarización, cobrar los salarios en dólares, liberar el cepo, etc. etc., que luego fue desactivando de manera sutil.

Sin embargo, mostró una contundencia inesperada en el ajuste fiscal, convirtiéndolo en su principal bandera y punto de fuerza. En lugar de asumir alguna culpa por ajustar a jubilados, empleados, obra pública, salud, provincias, ciencia y universidades, lo usó como una fortaleza que encontró apoyo y comprensión en la mitad de la población. Hábilmente, como excepción, du

El ajuste fiscal funcionó como una de las anclas más poderosas para bajar la inflación, junto con la recesión disciplinadora y la reducción de la brecha cambiaria. En comparación, el crawl al 2% y la política monetaria contribuyeron mucho menos. Y, además, la suerte estuvo de su lado:

1) Cuando el equipo económico trastabillaba en confusas conferencias de prensa y crecía la incertidumbre, la portentosa economía argentina te sorprende con un blanqueo fenomenal que triplicó la estimación más optimista y cuadruplicó la de los que éramos moderados. Esto fue un oportuno milagro que le permitió eludir los desembolsos del Fondo y generar: 1) un boom de financiamiento en dólares que todavía no terminó y 2) una gran compra de reservas netas para el BCRA gracias a las regulaciones posconvertibilidad.

2) Como si fuera poco, recibió como herencia un sector energético impecable con nuevos oleoductos y gasoductos listos para darle USD 5.500 millones de superávit ya en el primer año y creciendo.

3) Hizo una apuesta a todo o nada por Trump y embocó un pleno casi en soledad.

Todo esto produjo una fiesta financiera en los precios de todos los activos (que ya pueden tener algo de burbuja).

Ahora está nuevamente en problemas.

El tipo de cambio real atrasado, el dólar muy barato o los precios muy adelantados (elija la opción que prefiera el lector) generan dudas crecientes sobre el flanco más débil de la economía que es el sector externo.

Frente a un gobierno que pierde impulso y se desinfla, el propio Milei, cual Ulises, ha decidido atarse al mástil de la nave para desoír a las sirenas de la devaluación.

Todo programa de estabilización basado en usar el tipo de cambio como ancla, siempre tiene una cierta apreciación del tipo de cambio real, pero los programas exitosos logran acumular reservas para que la liberación de la cuenta capital (cepo) sea una palanca para crecer y no una fuente de incertidumbre y futuras crisis.

Frente a un gobierno que pierde impulso y se desinfla, el propio Milei, cual Ulises, ha decidido atarse al mástil de la nave para desoír a las sirenas de la devaluación.

Dobló la apuesta reduciendo el crawl al 1%, aunque dudo que, con tasas tan bajas, tenga un impacto significativo en la convergencia de la inflación. La clave sigue siendo la brecha. Y, complementariamente, abre la economía para hacer converger los precios de los bienes transables vía mayor competencia externa. A costa de generar costos sectoriales, que cada día suma más empresas afectadas sin margen temporal para reconvertirse. Por supuesto, todavía existe una marea de clase media feliz por vacacionar en Brasil e importar barato, frente a un grupo pequeño, pero creciente, de perjudicados. Una dinámica ya vista entre 1994 y 2001.

Para que este esquema funcione, necesita una rápida baja de precios tanto en sectores no transables como en bienes transables. Sin embargo, lograr deflación en una economía sin recesión es un desafío, especialmente cuando se espera que, en un año electoral, el boom de crédito impulse el consumo y refuerce el poder electoral de LLA. La baja de precios en dólares requiere que baje el costo laboral y/o los beneficios empresarios.

Esa mejora de la competitividad en dólares sería la clave de un proceso de convergencia a un equilibrio estable/sostenible cuyo éxito necesita que:

· la apreciación real mensual se frene y que todo converja (viaje) al 1%

· el déficit de la cuenta corriente no se dispare

· las reservas crezcan gracias a la balanza comercial y la IED, y no sólo por deuda de corto plazo

· Trump, el Tesoro y el Fondo ayuden contundentemente, sin pedir una devaluación a cambio, con USD 12.000 millones.

· que la oposición siga como hasta ahora y el descontento social no explote.

Todo esto con el objetivo de evitar que los mercados crean que se está postergando la devaluación hasta después de las elecciones, y entonces la anticipen haciendo disparar la brecha. En resumen, el gobierno necesita que la mayor parte del mercado y de la sociedad crean que el aterrizaje suave es posible y que, luego de las elecciones, se acomodará todo. Tal cual ocurrió con Macri, Caputo y Sturzenegger en 2017.