La expresienta adelantó la lista que la acompaña. Una representación federal y sin La Cámpora. Esta medianoche se cierra la inscripción para la elección interna del peronismo.
Retumban los tambores de guerra en el Partido Justicialista. Cristina Fernández de Kirchner se cansó de esperar el llamado de Ricardo Quintela y decidió adelantar la lista con la que competirá por la presidencia del partido. La expresidenta está decidida a jugar a fondo y así lo trasmitió en un encuentro reservado en Smata, en donde abrió un lanzallamas contra el riojano y, fundamentalmente, contra quien identifica que es su principal sostén: Axel Kicillof. La negativa del gobernador bonaerense de salir a respaldarla públicamente despertó la furia de la expresidenta, quien lo comparó con Poncio Pilato y le exigió que blanqueara que sus funcionarios estaban juntando avales para Quintela: «¿Qué estás haciendo hermano? Hacete cargo», disparó. El gobernador riojano, mientras tanto, optó por subir la apuesta y ratificó que no bajaba su lista y estaba dispuesto a llevar al PJ a su primera interna en más de 35 años.
El escenario comenzó a enrarecerse al mediodía, cuando las horas pasaban y la llamada para coordinar un encuentro que desactivara la inevitable interna entre Cristina Fernández de Kirchner y Ricardo Quintela no ocurría. Para el Instituto Patria, la pelota estaba del lado del riojano: CFK lo había llamado dos veces y no lo había atendido, y recién la tercera vez quedaron en reunirse el viernes. La llamada no ocurrió, sin embargo, y la cumbre nunca se llevó a cabo. «Atiendan el teléfono, tienen varios llamados con la característica 3804», tuiteó, irónico, Jorge Yoma, uno de los apoderados de Quintela –que jura y rejura que habían llamado–, por la noche, pero era demasiado tarde: CFK ya había presentado su lista «Primero la patria» y las esquirlas de la metralleta en el Smata habían golpeado demasiados objetivos.
El que gana conduce
Los nombres fueron, en sí, una respuesta a las críticas de que la lista de CFK era una lista de La Cámpora, mientras que la de Quintela era una que representaba al peronismo federal. La primera vicepresidencia quedó en manos del formoseño José Mayans, titular del interbloque peronista en el Senado y quien participó, hace un par de semanas, del operativo clamor privado que llevó a que CFK aceptara competir por la presidencia. La segunda vicepresidencia es para Lucía Corpacci, senadora y presidenta del PJ de Catamarca que, durante un tiempo, fue uno de los nombres sugeridos desde el Patria para competir por el PJ. La tercera es para Germán Martínez, el jefe de bancada en Diputados: la designación del diputado santafesino generó ruido al interior del bloque, en donde hay varios diputados que venían respaldando la candidatura de Quintela (como Victoria Tolosa Paz, Hilda Aguirre o Santiago Cafiero).
La cuarta vicepresidencia es para Mariel Fernández, intendenta de Moreno y referenta del Movimiento Evita. El Evita, sin embargo, no termina de querer sentar postura en la guerra interna kirchnerista y si bien algunos dirigentes son muy cercanos a Máximo Kirchner, como Fernández o Leonardo Grosso, la mayoría prefiere declararse «prescindente». La quinta vicepresidencia, por último, es para Ricardo Pignanelli, el secretario general de Smata e histórico aliado de CFK.
«Lista federal, amplia y no de La Cámpora, como decían algunos», se jactaban en el Patria, en donde la forzada imprecisión de algunos sectores del peronismo –como los gobernadores y la CGT– había generado un profundo malestar. Los apoderados de la expresidenta –Teresa García, Anabel Fernández Sagasti y Gustavo Arrieta– presumían haber juntado más de 140 mil avales en una sola semana –más del doble de lo que se necesita para presentar una candidatura–, entre los que estaban los de casi todos los presidentes de los PJ provinciales. Al cierre de esta edición, los apoderados los estaban oficializando en la sede partidaria de Matheu, aunque no así la lista: para eso esperaría, tal como se estila siempre en el peronismo, hasta la última hora de la fecha límite (que es el sábado a la medianoche).
«Ella juega. Ahora veremos la lista de cada una, se votará y el que gana conduce y el que pierde acompaña. Se acabó esto de que en pos de la unidad vamos a entregar todo», mascullaba un dirigente camporista que está furioso, como toda La Cámpora, del silencio sostenido de algunos dirigentes que no se plegaron al operativo clamor. De un silencio en especial: el de Axel Kicillof.
«Basta de Judas en el peronismo»
CFK no solo le declaró la guerra a Quintela, sino a alguien mucho más cercano a ella: su hijo político, Axel Kicillof. Después de una larga guerra fría, en la que era su hijo biológico, Máximo, el que encabezaba la ofensiva contra el gobernador bonaerense, CFK definió blanquear su malestar con Kicillof. Y no lo hizo delicadamente, sino que, furiosa, lo llegó a comparar con Poncio Pilato, quien habilitó, según la Biblia, la crucifixión de Jesús y luego se lavó las manos. «Los Poncio Pilatos y los Judas en el peronismo no van más», lanzó frente los sindicalistas, intendentes y dirigentes con los que se reunió, al mediodía, en la sede del Smata.
Abiertamente, por primera vez, la ex presidenta identificó a Kicillof como el responsable detrás de la insistencia de la candidatura de Quintela. «El que tiene que hablar con Quintela es Axel, que es el que lo apoya. Son sus ministros los que están buscando avales para él», arremetió, apuntando contra el «entorno» kicillofista que viene trabajando, según admiten en la lista de Quintela, para juntar los avales en la Provincia de Buenos Aires. «¿Alguien se imagina a un ministro de Néstor juntando avales para Chiche Duhalde en 2005 o un ministro mío juntando avales para De Narváez en 2009? ¿Qué estás haciendo hermano? Hacete cargo», lo cruzó.
El acto que Kicillof había encabezado en Berisso el día anterior había cambiado todo. El cristinismo había esperado, hasta el último minuto del discurso, que el gobernador bonaerense anunciase públicamente su respaldo a la candidatura de CFK a la presidencia. Kicillof, en cambio, dijo: «Los días más felices siempre fueron peronistas, los mejores días siempre fueron con Cristina y los días mejores que se vienen tienen que estar en el futuro». La lectura de La Cámpora era que Kicillof no solo había decidido avalar, con su silencio, la candidatura de Quintela, sino que además había jubilado a Cristina al decir que los mejores días estaban el «futuro». Es decir un «traidor».
En provincia de Buenos Aires lo niegan, dicen que es un «delirio» y que el gobernador lo único que busca es la unidad. Deslizan, incluso, que podría pronunciarse en favor de la candidatura de CFK en unos días. Pero para La Cámpora, que ya viene batallando con Kicillof hace meses (si no años), fue la confirmación de que Kicillof había decidió romper con CFK para emprender su propia carrera presidencial. «Y detrás tuyo está todo el tren fantasma. ¿Quienes estaban en el acto? Los gordos de la CGT, los indignados con Cristina. Fijate los PJ provinciales que los acompañan, a él y Quintela, Salta y Catamarca», escupió un dirigente cristinista.
Más amable, una dirigenta cristinista bonaerense que le tiene cariño a Kicillof agregó: «Esto es un anticipo de actitudes. Se mostró que el problema no era La Cámpora, fijate quienes lo rodean: Tolosa Paz, Cafiero, Quintela. El problema, al final, era Cristina».
La recta final
Quintela, luego que trascendieran las palabras de CFK en SMATA, no se amedrentó y decidió subir la apuesta. Horas antes, la ex presidenta había dicho «No estamos eligiendo entre San Martín y Belgrano. Me hace ruido y me provoca dolor que haya gente que no se defina». Y Quintela le respondió con un tuit: «Con dolor veo que a esta altura no se trata ni de debates amplios, ni de contener a todos, ni de abrirnos a la participación de las nuevas generaciones, mucho menos de debatir los problemas de nuestra Argentina frente a las nefastas políticas de Milei», apuntó, y finalizó: «Dejar atrás esta forma de construir política es lo que me impulsa en mi vocación de conducir el partido».
En las filas de Quintela, sin embargo, no le cierran aún la puerta a una negociación de último momento. Están decididos a competir y ya presentaron sus avales, pero advierten: «24 horas, en el peronismo, es una eternidad».
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